Auroros hay en otras latitudes españolas, pero los murcianos tienen su propia identidad. Contaba hace un tiempo Joaquín Gris, a quien se le debe la recuperación de su campana de Santa Cruz, la publicación de diversas obras sobre la Aurora y un apoyo encomiable y valiente a estos grupos desde hace décadas, que la peculiaridad de los auroros murcianos «es el estilo antifonal de las salves, los dos grupos que se contestan uno a otro».
Remarcaba el autor que «eso no se da en ninguna otra parte de España. Es una herencia cultural de civilizaciones anteriores. ¿Cómo ha permanecido en determinadas zonas de la huerta de Murcia? Es difícil de explicar».
Los auroros de la huerta cantan, sobre todo, salves de estrofas octosílabas, culminadas con copla y estribillo, y con diversos estilos según el lugar donde se entonen. Pueden ser de Pasión, dedicadas a la Virgen en sus diversas advocaciones, a los santos y a los difuntos. La Correlativa, también considerado un canto de Pasión, es cantada por cuatro cantores, que entonan sus cinco versos. «La majestad sacrosanta / cinco mil azotes lleva / desde el cabello a la planta / una cruz pesada y nueva / y una soga a la garganta».
Las campanas son el único instrumento que emplean los auroros, como guía de las voces y versos. El otro símbolo es el farol que antaño se utilizaba para iluminar los carriles de la huerta por donde se celebran las llamadas despiertas.
La despierta es el recorrido de los hermanos desde la medianoche y hasta que llega el alba por los carriles de la huerta, donde entonan sus cánticos. De aquella costumbre se mantienen aún las despiertas de la víspera de San José, cuando arranca el ciclo de la Pasión, o por la Purísima. Y la histórica tradición de cantar el Jueves Santo ante la iglesia de Nuestro Padre Jesús, también víspera de la procesión de Los Salzillos.
Los auroros dividen el año en cuatro ciclos litúrgicos: ordinario, Pasión, difuntos y Navidad. La Navidad engloba los días que separan la Purísima de los Reyes Magos, el tiempo ordinario y el de difuntos se extienden el resto del año, excepto en verano y cuando se celebra el tiempo de Pasión, que engloba la Cuaresma y la Semana Santa.
Controversia del origen
Otros autores han propuesto como origen una mezcolanza de culturas donde reverbera la tradición de los cantos gregorianos, los de alborada árabes y los sefardíes de la sinagoga La advocación de Nuestra Señora del Rosario o Aurora siempre gozó de gran predicamento en Murcia. Como el resto de devociones.
El prestigioso profesor Francisco José Flores Arroyuelo recordó en su día un informe del intendente Antonio Carrillo de Mendoza, quien, el 30 de septiembre de 1771, cifraba en 688 cofradías las que había en el Reino de Murcia, repartidas en 68 poblaciones. Flores Arroyuelo, al recordar el origen de estos cultos, evoca la llegada de la Orden de Predicadores a Murcia en el año 1203. Se establecieron en las inmediaciones de donde más tarde levantarían el templo de Santo Domingo.
Abundan los autores que han propuesto el origen de la aurora, desde el profesor Muñoz Cortés, que recordaba la «raíz oriental y bizantina», al musicólogo y folclorista riojano Bonifacio Gil, quien aseguraba que «bien puede vanagloriarse esta provincia de poseer un repertorio tan importante como el religioso, lo mismo en variedad que en riqueza melódica cuyos antecedentes pueden hallarse en el canto gregoriano». Teoría que completaba el investigador al advertir de que, pese a ello, el origen había que buscarlo en «el cercano Oriente: Siria, que extendió este sistema a los cantos sinagogales». Y si recordaba Gil que la música originaria de sirios y judíos se había perdido, añadía a que «la influencia directa en el Levante español se debe a la forma tonal de los griegos, que en gran parte heredaron de los sirios».
José Pérez Mateos, médico murciano y musicólogo, al que seguiría en sus tesis el cronista de la ciudad Carlos Valcárcel, destacó en una conferencia pronunciada en 1944 bajo el título de 'Los cantos regionales murcianos', que el uso del melisma de la Correlativa «es una aportación de Bizancio, al menos a la música popular, que recoge de la creación melódica de Persia, Egipto, Israel y, más remotamente, de Siria». De esta forma, Pérez Mateos sitúa el origen de la Aurora en el siglo VI.
Campana del Carmen de Rincón de Seca (Murcia), 1990 |
«En plena decadencia»
El musicólogo Agustín Isorna lo retrasará a los siglos XII y XIII, mientras que el profesor Manuel García Martos lo acerca hasta el segundo tercio del siglo XVII e incluso principios del XVIII. Joaquín Gris, en su artículo 'La aurora murciana. presente y futuro', establece que el canto de la Aurora cuya contextura melódica, en buena medida, no va más allá del siglo XVIII, «si bien es lógico admitir que existe una evolución constante que puede hacer remontar la técnica de canto y algunas de sus partes mediodías hasta donde se quiera». Y apunta otro dato.
En el 'Breviario Secundum Regulan', que mandó imprimir el cardenal Cisneros en 1502, se hace referencia a la Aurora como primer oficio [oración ] de la mañana. Y sabido es que Cisneros se basó en los manuscritos visigóticos del siglo XV para recopilar su Breviario.
A estos autores se suma Emilio del Carmelo en un interesante artículo titulado 'En torno a una reflexión sobre el canto de Las Correlativas de los Auroros en la Huerta de Murcia'. Pero concluye que la cuestión está por descifrar. Aunque insiste en que la Correlativa estuvo a punto de desaparecer.
La falta de apoyo a las campanas de auroros no es una cuestión novedosa. Ya el escultor Antonio Garrigós, decidido benefactor de la Aurora, lamentaba en el semanario 'Hoja del Lunes', allá por 1955, como tantas veces lo haría en otros medios, que las campanas «están plena decadencia. Les falta que, como en años de esplendor, la gente pudiente les ayude económicamente y les acompañe cuando cantan».
En otro momento llegaría el gran Garrigós a señalar como causantes de la apatía una «inercia incomprensible y una falta de sensibilidad, más incomprensible todavía para una tradición tan pura, tan bella, tan ingenua, tan rústica y tan llena de sentimiento, devoción y espiritualidad». Luego vino el tiempo de las palmadicas en la espalda.
El Ayuntamiento de Murcia acordó en el pleno del 6 de junio de 1991 otorgar la Medalla de Oro de la ciudad a las campanas de auroros. Pero habrían de esperar, por si desean hacerse una idea del interés que había por esta tradición, hasta diciembre de 1994. Fue ent onces cuando recibieron la distinción en una ceremonia en el Teatro Romea.
Los reconocimientos sobre el papel continuaron. La Consejería de Cultura concedió la Medalla de Oro de la Región a diez campanas en 1998. Contaban los políticos de turno en el decreto de concesión que «los auroros representan una de las más estimables joyas del folklore español». Pues eso. Palmadica en la espalda y a escupir a la calle.
Fuente: La Verdad. Antonio Botías.
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